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Imagen Sonora: el arte de ver con el oído y percibir la música a través del ojo

Sin duda, hay una gran complejidad en nuestros sentidos. Somos la “máquina” más compleja del universo y ni siquiera los más modernos estudios en fisiología pueden decirnos, a ciencia cierta, exactamente cómo funcionan y se interrelacionan cada uno de ellos en el fenómeno de la percepción. Lo que sí es un hecho es que así como existe una conexión privilegiada entre el olfato y el gusto, la vista y el oído caminan a la par, lo que da pie a un hermoso fenómeno denominado imagen sonora.


Aprovechar en conjunto las potencias auditivas y visuales del ser humano y explorar sus múltiples posibilidades es una tendencia que durante muchos años ha acompañado a los artistas del performance fotográfico y sonoro, ya sea que busquen explorar el sonido en la imagen “silenciosa” o la imagen en el sonido “ciego”, o ambos. Hoy vamos a profundizar más a detalle en cómo funciona esta sinergia que nos acompaña desde que nacemos y a lo largo de toda nuestra vida, sin que, muchas veces, seamos siquiera conscientes de ella.


imagen sonora ultrasonido de bebe

¿Qué es la imagen sonora o imagen acústica?

Antes que nada, es importante tener claro qué significa el concepto de imagen sonora. Para decirlo de un modo simplificado que nos permita establecer un punto de partida, podemos decir que se trata, sencillamente, de la imagen que se forma en nuestra cabeza al escuchar un sonido o un conjunto de sonidos determinados. Sin embargo, la “imagen” va mucho más allá de la visualidad y se presenta como el conjunto de percepciones mentales que integran no sólo evocaciones de la vista, también de otros sentidos, así como reacciones físicas y emocionales.

Originalmente este término fue empleado por el lingüista Ferdinand de Saussure, que lo utilizaba para referirse a la “huella psíquica” de un sonido, es decir, todas esas impresiones interiores o imaginarias que detona lo que escuchamos, incluyendo, claro está, la imagen con la que inmediatamente lo relacionamos.

La imagen acústica construye significados, y en este sentido también tiene mucho que ver con los sonidos, signos y movimientos que articulan el lenguaje hablado y que se producen al emitirlo, al escucharlo o incluso al pensarlo. Seguramente -como la mayoría de las personas- a veces hablas contigo mismo ¿te preguntas cómo es que puedes “escucharte” dentro de tu cabeza sin mover los labios? Si pones un poco de atención, te darás cuenta de que todo ese monólogo interno también va acompañado, momento a momento, de estar imaginándonos los movimientos que hacemos al hablar, aunque realmente no los hagamos. Lo mismo está sucediendo justo ahora mientras lees esto. Seguramente también te ha pasado que estás tan distraído hablando sólo que comienzas, sin darte cuenta, a mover los labios, aunque no hagas ningún sonido.

En resumen: el sonido nunca es sólamente un sonido. Su resultado final en el proceso de la percepción es siempre una imagen sonora. Para terminar de aterrizar la idea, trata de imaginar los siguientes conceptos auditivos abstractos:

¿Cómo suena un disco de música clásica? ¿Y uno de heavy metal?

¿Cómo suena el metro o subterráneo en hora pico?

¿Cómo suena un mercado ambulante lleno de gente?

¿Cómo suena el interior de un edificio abandonado?

¿Cómo suenan las olas del mar rompiendo contra la arena en la playa?

¿Te imaginaste únicamente “sonidos” aislados? Efectivamente no: se creo en tu cabeza toda una imagen auditiva.

¿Y qué tiene esto que ver con el arte visual? Pues es lo mismo, pero al revés; en el ámbito del performance fotográfico la imagen sonora se invierte sobre sí misma y da lugar a la búsqueda de evocaciones auditivas que se detonan a partir de lo que capta el ojo. Naturalmente, rara vez los artistas se limitan a recorrer este fenómeno en una sola vía, porque la interacción experimental de ambos sentidos es lo que termina de darle su riqueza y profundidad al performance audio-visual.


La fuerza simbólica, la ambigüedad y la huella psíquica de los sonidos

Así como hay imágenes muy nítidas y que no dejan lugar a dudas de lo que estamos viendo, en el arte abstracto, las fotografías borrosas o incluso en algunas pruebas psicológicas proyectivas -como el famoso test de Rorschach-, es necesario analizar un poco más de detalle lo que estamos mirando para extraer de ello un significado concreto, y entonces el proceso se convierte en un diálogo entre lo que es percibido y quien percibe, es decir, mientras más ambigua sea una imagen, más dependerá de nuestra subjetividad y experiencia la interpretación que hagamos de la misma. Exactamente lo mismo sucede con los sonidos.

Por ejemplo, para casi cualquiera que viva en la civilización occidental, el típico sonido de una sirena de ambulancia, seguido por el efecto doppler que suele acompañar su aceleración con respecto de nuestra posición fija, es un signo inequívoco de la imagen de una ambulancia atravesando a toda velocidad una avenida.

Existen sonidos, como el que acabamos de mencionar, que cuentan con una carga simbólica fuerte y un significado muy claro. Pero hay otros que tienen un alto nivel de ambigüedad y exigen un proceso mental más complejo para interpretarlos. Si justo ahora escucharas un grito agudo en casa de tus vecinos, en milésimas de segundo se formaría una huella psíquica abstracta que incluye todos los posibles significados de dicho sonido, y de esos significados derivarían una o más imágenes de lo que está sucediendo allí; algunas mucho más inquietantes que otras, pues si bien el “grito” nos remite de inmediato a una llamada de auxilio, sucede que su contexto circunstancial inmediato puede ser de lo más variado, y para decidir cómo vamos a reaccionar, necesitamos determinar primero si hay más posibilidades de que la vecina esté gritando porque está discutiendo con su pareja, porque se cayó de las escaleras o porque se metió un ladrón armado a su casa.

Los sonidos comunican y transmiten mucho; pueden, entre otras cosas, ponernos alerta, causarnos curiosidad o llevarnos a un nivel profundo de relajación. Por eso son una valiosa herramienta no sólo para el músico, sino también para el artista del performance que aprenda a utilizar el oído en favor del mensaje que quiere transmitir, o del tipo de diálogo que desea establecer con el espectador por medio de su obra.

Escuchar con el ojo y mirar con el oído ¿Cómo interactúan las imágenes con los sonidos?

Escuchamos desde que estamos en el interior del vientre de nuestras madres. El oído comienza a desarrollarse en el feto aproximadamente en la doceava semana de gestación, y en el recién nacido se encuentra ya mucho más agudizado que la vista. Quizá por ello los ojos, por instinto, necesitan confirmar lo que escucha el oído, mucho más intensamente de lo que el oído busca confirmar lo que perciben los ojos.

Es tanta la información que los tímpanos nos dan sobre el entorno que resulta sorprendente mirar cómo las personas invidentes logran moverse con relativa libertad incluso en una ciudad caótica. Sin embargo, la experiencia de un ciego de nacimiento, que no tiene imágenes acústicas -de tipo visual- que empatar con los sonidos, es completamente distinta a la de alguien que progresó de la debilidad visual a la ceguera y que tiene un acervo suficiente de imágenes.

Tanto la vista como el oído perciben la información de manera mucho más confiable cuando las ondas de luz y de sonido son congruentes con el objeto emisor. Un experimento de la universidad de UCLA demostró que cuando el estímulo visual y auditivo provienen del mismo objeto, se le detecta con mayor rapidez y se puede ubicar mucho mejor su posición en el espacio. Se le pidió a un grupo de voluntarios que localizaran la fuente de un destello de luz led y de un sonido en un tablero negro. Cuando el sonido y la luz no venían del mismo punto, los examinados cometían muchos más errores. Por otro lado, a nivel fisiológico el simple hecho de mover los ojos pone en movimiento a los tímpanos. Es más, todo parece indicar que, ante la intención ocular, los tímpanos reaccionan incluso antes.

Más allá de entrar en temas demasiado técnicos, baste con este par de hechos para darnos una idea de lo interdependientes que son ambos sentidos. ¿Recuerdas el ejemplo del sonido de las olas del mar? ¿qué pasaría si de pronto lo escucharas dentro de un edificio de gobierno en la CDMX? probablemente generarías su respectiva imagen sonora, pero no irías a asomarte a la ventana para comprobar si, súbitamente, el mar se materializó allá afuera. En cambio, imagina que en esa misma situación escuchas el agresivo ladrido de un perro. Con toda seguridad, la imagen sonora de unos colmillos peligrosos y una fauces van a aparecer de manera simultánea a un movimiento reflejo de búsqueda de la fuente de dicho sonido.

La kinestesia de la imagen sonora

Dentro de nuestro cerebro, las percepciones independientes de nuestros sentidos se combinan para formar una imagen congruente del todo, es decir, no siguen caminos separados, sino que interactúan unas con otras y, para sumarle un grado extra de complejidad al asunto, también las percepciones evocadas pueden amalgamarse con sensaciones inmediatas, y viceversa.

Una imagen vívida y asquerosa de algo echado a perder nos puede hacer fruncir la nariz sin que exista ningún aroma desagradable alrededor. Del mismo modo, un olor determinado nos puede traer a la mente, con una claridad dolorosa, la imagen y la voz de un ser amado ya fallecido.

Cuando hablamos de kinestesia en el contexto del performance, nos referimos justamente a esta categoría fenomenológica. Todos somos un poco cinestésicos dado que el estímulo de un sentido puede detonar percepciones y evocaciones en el resto. Incluso, existen personas que afirman ser capaces de “escuchar” los sabores o “ver” el sonido. Por ello, el artista del performance audiovisual frecuentemente está en una búsqueda de cinestesias nuevas.

Sonidos acusmáticos y esquizofónicos

Es fácil que los sonidos nos evoquen imágenes. Como ya mencionamos, instintivamente buscamos con los ojos la fuente de ciertos sonidos que nos son relevantes, como el gruñido de un depredador o la voz de un ser amado. Ahora, sería interesante dedicar unos momentos a pensar en qué clase de imágenes nos impulsan a buscar el sonido que emiten -o que deberían emitir-.

Los sonidos “acusmáticos” son aquellos cuya fuente no podemos identificar. Algunos de ellos simplemente se pierden en el ruido ambiental, pero en algunas situaciones particulares no saber de dónde viene un sonido particular puede ser muy inquietante, por eso este es un recurso frecuente del suspenso cinematográfico y literario. Otra variante de los sonidos acusmáticos son aquellos cuyo emisor conocemos, pero que no son congruentes con este. Por ejemplo, en la película El exorcista, una dulce niñita poseída habla con una voz infernal, lo que nos produce exactamente la disonancia cognitiva que estaba buscando el director.

Por otro lado está la esquizofonía, un término acuñado por Murray Schafer, y se refiere a sonidos imposibles o combinaciones artificiales que no encontraríamos de ninguna manera en la naturaleza o en el entorno. Gracias a la tecnología, músicos, cineastas, técnicos de audio y artistas del performance auditivo son capaces de combinar y alterar ondas sonoras para dar lugar a registros nuevos. Continuando con nuestros ejemplos en el cine, para conseguir el emblemático rugido del t-rex en Parque Jurásico, hubo que recurrir a grabaciones reales de tigres, elefantes y cocodrilos y luego combinarlas hasta dar con un sonido que coincidiera con la imagen acústica que los directores tenían del dinosaurio.

Sonido y silencio en la imagen auditiva


Es más fácil que las imágenes que evocan movimiento evoquen así mismo sonidos, pues nuestra experiencia nos dice desde que nacemos que todo lo que se mueve normalmente hace ruido. Esa quizá es también la razón de que, por el revés, vinculemos lo inmóvil con lo silencioso.

Piensa por ejemplo en una galería llena de imágenes que no evocan demasiado movimiento. Quizá la fotografía de un vaso lleno de refresco. Ahora imagina que son tres fotografías que muestra la secuencia durante la cual se vierte el refresco en dicho vaso. ¿cuál crees que genere una imagen sonora más vívida? De hecho, si tuviéramos una galería completamente silenciosa, llena de imágenes en movimiento -o incluso tomas de video en segundos- en nuestra cabeza habría miles de sonidos ocurriendo uno detrás de otro o incluso de manera simultánea.

Los artistas visuales y sonoros saben que en ocasiones el silencio es necesario para que la imagen pueda detonar la música subjetiva del espectador.

Movimiento, espacio y paisaje acústico


Hildegard Westerkamp, paisajista sonora, señaló que siempre estamos en un constante diálogo sonoro con el medio que nos rodea. Un entorno auditivo a escala humana nos permite escucharnos a nosotros mismos, además de poder identificar cada sonido de manera independiente. Por otro lado, cuando los sonidos que emitimos se pierden en el ruido ambiental, se dice que estamos en un paisaje acústico desequilibrado.

El oído por sí mismo también nos puede dar pistas importantes de la configuración física del espacio, de su tamaño y de la densidad. Por ejemplo, los sonidos muy graves nos remiten a espacios de gran escala y objetos enormes. Sabemos instintivamente que “grave” significa “longitud de onda larga”, y esta longitud nos da una impresión de profundidad y resonancia cuando no hay un cuerpo cerca que haga rebotar las dichas ondas.

Mientras menor sea la longitud de onda de un sonido, más pequeño nos imaginamos al emisor del mismo o al espacio que lo contiene. Por ejemplo, el zumbido de un mosquito, la vibración de una copa de cristal o la forma en que suena nuestra voz cuando estamos en un túnel estrecho.

La imagen sonora: una herramienta enriquecedora para el artista visual

Hemos visto a grandes rasgos lo que significa imagen acústica o sonora, y algunos conceptos que son de gran utilidad para entenderla. Sin embargo, hay mucho más en qué profundizar, y si eres un fotógrafo, un artista visual o un performer que quiere aprender a utilizar el sonido para transmitir más allá de cotidiano, entonces nuestro curso de Imagen Sonora en Luz Viajera es para ti.

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